30º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
Lectura orante del Evangelio del Domingo, 25 octubre 2020
El mandamiento más grande
Amar a Dios es igual que amar al prójimo
Mateo 22, 34-40
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
En el evangelio de este 30º Domingo del Tiempo Ordinario, los fariseos quieren saber de Jesús cuál es el mandamiento más grande de la ley. En aquel tiempo, entre los judíos, se discutía mucho sobre este tema. Se trataba de una cuestión polémica. También hoy, muchas personas quieren saber qué es lo que define a una persona como un buen cristiano. Algunos dicen que esto consiste en estar bautizado, rezar e ir a misa los domingos. Otros dicen que consiste en practicar la justicia y vivir la fraternidad. Cada uno tiene su propia opinión. Para ti ¿qué cosa es lo más importante en la religión y en la vida de la Iglesia? Durante la lectura del texto, trata de prestar mucha atención al modo cómo responde Jesús a esta pregunta.
b) El Texto:
34 Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, 35 y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» 37 Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.38Este es el mayor y el primer mandamiento. 39 El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»
3. Un momento de silencio orante
Para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
Para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Qué punto de este texto te ha gustado más y te ha atraído más la atención? ¿Por qué?
b) ¿Quiénes eran los fariseos en aquel tiempo?
c) ¿Cómo podía poner a Jesús a prueba la pregunta que le dirigen los fariseos?
d) ¿Qué relación existe entre el primero y segundo mandamiento?
e) ¿Por qué el amor a Dios y al prójimo constituye el resumen de la ley y de los profetas?
5. Para aquéllos que desean profundizar en el tema
a) Contexto en el que este texto aparece en el Evangelio de Mateo:
Se trata de una de las muchas discusiones de Jesús con las autoridades religiosas de aquella época. Esta vez es con los fariseos. Antes, los fariseos habían intentado desacreditar a Jesús entre la población arrojando sobre Él una calumnia, según la cual, estaba poseído del demonio al que arrojaba en nombre de Belzebú (Mt 12,24). Ahora, en Jerusalén, ellos entran otra vez en discusión con Jesús en torno a la interpretación de la ley de Dios.
b) Comentario del texto:
Mateo 22,34-36: Una pregunta de los fariseos
Antes, para poner a Jesús a prueba, los saduceos habían hecho una pregunta sobre la fe en la resurrección, pero fueron duramente refutados por Jesús (Mt 22,23-33). Ahora, son los fariseos los que pasan al ataque. Fariseos y saduceos eran enemigos entre sí, pero se convierten en amigos en la crítica contra Jesús. Los fariseos se reúnen y uno de ellos pasa a ser el portavoz con una pregunta de aclaración: “Maestro, ¿cuál es el más grande mandamiento de la ley?” En aquel tiempo los judíos tenían una cantidad enorme de normas, costumbres, leyes, grandes y pequeñas para regular la observancia de los Diez Mandamientos. Una discusión en torno a dos mandamientos de la ley de Dios era un punto muy discutido entre los fariseos. Unos decían: “Todas las leyes tienen el mismo valor, tanto las grandes como las pequeñas, porque todo viene de Dios. No nos compete introducir distinciones en las cosas de Dios”. Otros decían: “Algunas leyes son más importantes que otras y por lo tanto más obligatorias”. Los fariseos quieren saber la opinión de Jesús sobre este polémico tema.
Mateo 22,37-40: La respuesta de Jesús
Jesús responde citando algunas palabras de la Biblia: “¡Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente!” (Cf. Dt 6,4-5). Al tiempo de Jesús, los judíos que se consideraban piadosos recitaban esta frase tres veces al día: por la mañana, a mediodía y por la tarde. Era una plegaria bastante conocida entre ellos, como lo es hoy para nosotros el Padre Nuestro. Y Jesús cita de nuevo el Viejo Testamento: “¡Éste es el más grande o el primer mandamiento! El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18). Y concluye: “De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas”. Dicho con otras palabras, ésta es la puerta para llegar a Dios y al prójimo. No existe otra. La más grande tentación del ser humano es la de querer separar estos dos amores, porque así la pobreza de los otros no inquietaría para nada su conciencia
c) Profundizando:
i) Fariseos:
La palabra fariseo significa separado, porque su modo rígido de observar la ley de Dios, los separaba de los demás. Entre ellos se llamaban compañeros, porque formaban comunidad, cuyo ideal era el de observar en todo y por todo las normas y todos los mandamientos de la ley de Dios. El testimonio de vida de la mayoría de ellos constituía un testimonio para el pueblo, porque vivían de su trabajo y dedicaban muchas horas del día al estudio y meditación de la ley de Dios. Pero tenían algo de negativo: Buscaban la seguridad no en Dios, sino más bien en la rigurosa observancia de la ley de Dios. Tenían más confianza en lo que ellos hacían por Dios que en lo que Dios hacía por ellos. Habían perdido la noción de la gratuidad, que es la fuente y el fruto del amor. Ante esta falsa conducta frente a Dios, Jesús reacciona con firmeza e insiste en la práctica del amor que relativiza la observancia de la ley y de su verdadero significado. En una época de cambios y de inseguridad, como es la nuestra de hoy, vuelve siempre la misma tentación de buscar la seguridad ante Dios, no en el amor que Dios nos tiene, sino en la observancia rigurosa de la ley. Si caemos en esta tentación, merecemos la misma crítica por parte de Jesús.
ii) Paralelo entre Marcos y Mateo:
En el Evangelio de Marcos, es un doctor de la ley quien dirige la pregunta a Jesús (Mc 12,32-33). Después de haber escuchado la respuesta dada por Jesús, el doctor está de acuerdo con Él y saca la siguiente conclusión: “Sí, amar a Dios y al prójimo es mucho más importante que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. O sea, el mandamiento del amor es el más importante entre los mandamientos ligados al culto y a los sacrificios del Templo y de la observancia externa. Esta afirmación estaba ya presente en el Viejo Testamento desde los tiempos del profeta Oseas (Os 6,6; Sal 40,6-8; Sal 51,16-17). Hoy decimos que la práctica del amor es más importante que las novenas, promesas, ayunos, rezos y procesiones. Jesús confirma la conclusión a la que llega el doctor de la ley y dice: “¡Tú no estás lejos del Reino!” El Reino de Dios consiste en esto: reconocer que el amor de Dios es igual al amor por el prójimo. ¡No se llega a Dios sin el don de sí mismo al prójimo!
iii) El Mandamiento más grande:
El mandamiento más grande o el primer mandamiento es éste: “Amar a Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mc 12,30; Mt 22,37). En la medida en que el pueblo de Dios, a través de los siglos, ha profundizado sobre el significado de este amor, ha caído en la cuenta que el amor de Dios ha sido real y verdadero sólo si se ha concretado en el amor hacia el prójimo. Por eso es por lo que el segundo mandamiento es semejante al primero (Mt 22,39; Mc 12,31). “Si alguno dice: Amo a Dios pero odia a su hermano, es un mentiroso” (1Jn 4,20). “Toda la ley y los profetas dependen de estos dos mandamientos” (Mt 22,40). En esta identificación de los dos amores ha existido una evolución dividida en tres etapas:
1ª Etapa: “Prójimo” es el pariente de la misma raza
El Viejo Testamento enseñaba la obligación de “¡amar al prójimo como a uno mismo!” (Lv19,18). En aquel tiempo la palabra prójimo era sinónimo de pariente. Se sentían obligados a amar a todos los que hacían parte de la familia, del mismo clan, del mismo pueblo. Pero en lo referente a los extranjeros, o sea, los que no pertenecían al pueblo hebreo, el libro del Deuteronomio decía: “Podrás exigir el reintegro al extranjero, pero en cuanto a tu derecho con tu hermano, lo dejarás vencer (pariente, prójimo)” ( Dt 15,3).
2ª Etapa: “Prójimo es aquél a quien me acerco o el que se me acerca
El concepto de prójimo sí es el mismo. Y en el tiempo de Jesús hubo una discusión acerca de “ ¿quién es mi prójimo?” Algunos doctores de la ley pensaban que se debía extender el concepto de prójimo más allá de los límites de la raza. Otros no querían ni hablar de esto. Entonces un doctor de la ley se dirige a Jesús con esta polémica pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús responde con la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,29-37), en la cual el prójimo no es el pariente o amigo, sino cualquiera que se acerca a nosotros, independientemente de la religión, del color, de la raza, del sexo o de la lengua. ¡Tú debes amarlo!
3ª Etapa: La medida del amor hacia el “prójimo” es amar como Jesús nos ha amado
Jesús había dicho al doctor de la ley: “¡No estás lejos del Reino!” (Mc12,34). El doctor ya estaba vecino, porque de hecho, el Reino consiste en unir el amor de Dios con el amor al prójimo, como ya había afirmado un doctor ante Jesús (Mc 12,33). Pero para poder entrar en el Reino debía dar un paso más. En el Viejo Testamento el criterio del amor hacia el prójimo era el siguiente: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús ensancha este criterio y dice: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Ninguno tiene un amor más grande de éste: ¡dar la vida por los amigos!” (Jn 15,12-13). Ahora, en el Nuevo Testamento el criterio será: “Amar al prójimo como Jesús nos ha amado”. Jesús ha interpretado el sentido exacto de la Palabra de Dios y ha indicado el camino para una convivencia más justa y más fraterna.
6. Salmo 62
Sólo en Dios encuentro descanso
Sólo en Dios encuentro descanso,
de él viene mi salvación;
sólo él mi roca, mi salvación,
mi baluarte; no vacilaré.
¿Hasta cuándo atacaréis a un solo hombre,
lo abatiréis, vosotros todos,
como a una muralla que cede,
como a una pared que se desploma?
Sólo proyectan doblez,
les seduce la mentira,
con la boca bendicen
y por dentro maldicen.
Sólo en Dios descansaré,
de él viene mi esperanza,
sólo él mi roca, mi salvación,
mi baluarte; no vacilaré.
En Dios está mi salvación y mi honor,
Dios es mi roca firme y mi refugio.
Confiad siempre en él, pueblo suyo;
presentad ante él vuestros anhelos.
¡Dios es nuestro refugio!
Un soplo son los plebeyos,
los notables, pura mentira;
puestos juntos en una balanza
pesarían menos que un soplo.
No confiéis en la opresión,
no os atraiga la rapiña;
a las riquezas, si aumentan,
no apeguéis el corazón.
Dios ha hablado una vez,
dos veces, lo he oído:
que de Dios es el poder,
tuyo, Señor, el amor;
que tú pagas al hombre
conforme a sus obras.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
Padre Míċéal O’Neill, O.Carm.