Jueves 07 de Noviembre del 2024
Homilia Tedeum 2018 – Parroquia San José

Homilia Tedeum 2018

Homilia Tedeum 2018
Catedral de Melipilla
Chile !Levántate!

Pbro. Víctor Fernández Véliz
Vicario General

Evangelio Lc 7, 11-17

Saludo a todas las autoridades gubernamentales, civiles, de orden y eclesiásticas presentes en este templo catedral, junto a las distintas delegaciones:  las venidas de diversas instituciones educacionales, aquellas que participan en diversos voluntariados y los que sirven en las diversas comunidades eclesiales. Hermanos y hermanas en Cristo.

En esta mañana, nos hemos reunido para alabar a Dios por la grandeza de su nombre, como lo hemos entonado en el Salmo 66 “Oh Señor que te alaben los pueblos”, y para dar gracias por la Patria que nos cobija, y que, bellamente se describe en el himno nacional que en un momento mas entonaremos.

Una patria tan variada en sus formas y colores, como variada es la idiosincrasia de nuestro pueblo. Una patria que conoce del desierto y de los bosques nativos. Una patria que tiene campos, mares y ciudades. Una patria forjada por la valentía de tantos que lucharon por la Independencia y de tantos otros, que hoy siguen trabajando por hacerla mas grande y más próspera. Una patria que se llena de colorido en estas fiestas, y que, con la llegada de la primavera se viste de hermosura, mirando con gratitud la historia que nos ha precedido.

Es en este contexto, e iluminados por la Palabra Dios que ha sido proclamada, les quiero invitar a reflexionar sobre los caminos que vamos haciendo como país, dejándonos iluminar por la luz del Espíritu para realizar el mejor discernimiento, y buscar la mejor forma de conducir y servir a nuestro pueblo.

El dolor de nuestro pueblo

El relato del Evangelio nos pone en la perspectiva de una escena dolorosa, una madre, viuda, que ha perdido un hijo. Una escena conmovedora. Tanto es así, que la gente la acompaña en esta procesión de muerte compadeciéndose de su dolor. Una solidaridad hacia aquella que había perdido al esposo primero, y ahora despide a su hijo único. Una mujer que se queda en la soledad, animada por la buena voluntad de aquellos que la acompañan en este trance doloroso.

La experiencia del dolor es algo que no pasa desapercibido, y hoy en nuestro país las situaciones de dolor también están presentes. El dolor de aquellos que buscan trabajo para llevar el sustento a sus hogares, el dolor de los que no tienen posibilidades para educarse y formarse, el dolor de aquellos que no nacerán y cuyo clamor es silencioso, el dolor de las víctimas que han padecido el abuso por parte de los clérigos en la Iglesia, el dolor de los que piden justicia y parecen no ser escuchados, el dolor de tantos que padecen violencia, especialmente el maltrato a mujeres y niños,  y que pareciera que no son tomados en cuenta, el dolor de tantas familias que ven a alguno de sus miembros sumidos en la droga u otra forma de vejación, el dolor de tantos que llegan a este país en busca de una mejor calidad de vida y se topan con la discriminación por su color o su lengua.

Estos dolores son un clamor al cielo, como el dolor de aquella mujer que llevaba a enterrar a su joven hijo. Un dolor que puede a veces verse sin esperanza y sin solución.

Jesús solidario en el dolor

La escena no pasa desapercibida por Jesús, el cual viene también en una caravana donde Él va delante y, le siguen los discípulos y un gentío, que vienen llenos de vida y alegría. Sin embargo, en las puertas de la ciudad se encuentran estos dos grupos. Uno llevando delante a un muerto, un joven, y el otro donde Jesús va delante y Él es el Señor de la vida.

Vida y Muerte son dos aspectos que nos tocan en nuestro existir, son las dos caras de una misma moneda, siempre nosotros vivimos en esta perspectiva, cada día vivimos un poco y cada día morimos un poco.

Sin embargo, Jesús se detiene, se compadece, se acerca al féretro, el dolor de esa madre lo ha conmovido. Él es, el que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Solidariza con esta experiencia humana de la perdida, del sufrimiento y nos invita a nosotros a hacernos solidarios con los demás.

Una invitación que nace de la actitud del Señor, que no pasa de largo, ni se desentiende, que no dice este no es mi problema, sino que al contrario empatiza. En este aspecto, frente a las grandes cuestiones sociales que nos atañen, no podemos pasar de largo, cada uno de nosotros tiene que detenerse, mirar, atender y escuchar. Esto lo decimos desde nuestra propia experiencia como Iglesia, cuando no atendimos el sufrimiento de los que han sido víctimas de diversos abusos y ese dolor se ha transformado en ira y en rabia. La lección del Evangelio es aprender a escuchar, a mostrarnos disponibles y acoger a la persona humana completa. Por ello, en este punto quiero a nombre de la comunidad eclesial pedir perdón cuando no supimos escuchar y atender el sufrimiento de aquellos que han sido abusados. Esta es una herida abierta aún, y que será sanada en la medida que nos hacemos cargo y vamos trabajando para reconstruir la confianza que en estos días esta quebrada frente a la sociedad.

En este sentido, creo que la tarea de toda autoridad pasa por aprender a atender a aquellos que se les ha confiado, por buscar caminos de bien común y de políticas que sean mas inclusivas y que acojan al ser humano en todas sus dimensiones. Que no desestime las experiencias que viven nuestros conciudadanos, sino que mire a cada uno con respeto y dignidad. Que valora la vida de cada uno, tanto desde su gestación hasta su muerte natural, pues para nosotros creyentes, toda vida viene de Dios, y por lo mismo, es sagrada. Una vida sagrada en el vientre materno, y sagrada en la muerte, por ello damos piadosa sepultura al cuerpo de los que parten a la casa del Padre.

Sabemos que se han aprobado ciertas medidas políticas que instan a una, entre comillas,  “cultura de una mayor libertad de la persona humana”, como son el aborto, y que hoy, se pide que sea libre; pero que lejos de ser una solución a la problemática de un embarazo no deseado, se convierte en deshumanización, puesto que lo que se gesta es visto como un objeto o un apéndice del cuerpo de una mujer y no como un sujeto que se está desarrollando. En este aspecto, volvemos a afirmar que el valor de la vida está gravado en el alma de todo ser humano pues somos imagen y semejanza de Dios. Gracias a todas las agrupaciones que son pro-vida y que solidarizan buscando otras formas de acompañamiento a mujeres que están embarazadas, con el fin de que la vida que se gesta vea la luz de este mundo.

Por otro lado, es admirable los esfuerzos que se hacen por la inclusión, en todos los sentidos. Por ejemplo, en la educación, en la incorporación de la mujer y su reconocimiento en distintas esferas de la sociedad, el trabajo para personas con capacidades distintas, y aquí una mención a Unpade, a Apanines y otras agrupaciones que trabajan por dar oportunidades a todos aquellos que en algún momento fueron excluidos. Muchas gracias.

Sin embargo, en este tema de la inclusión se han enarbolado banderas de luchas motivadas por ideologías falaces o la voz de unos pocos que por hablar  más fuerte tienen el apoyo de grupos influyentes, y que a veces se ha quedado en discursos en el orden de los neologismos, es decir, si las palabras terminan en “A” , en “O”, o en “E”, perdiendo de vista la mirada más profunda del ser humano en el orden de lo biológico, antropológico, existencial y espiritual.

Esto lo digo sin ánimo de cuestionar a nadie, ni con ánimo de ser poco tolerante, sino recordando un principio fundamental: la Persona humana, no se limita a solo a una categorización dada por una ley, sino que esta llamado a realizarse en plenitud desde su ser varón o mujer, contribuyendo al desarrollo de la sociedad, a través de los dones y talentos que Dios le ha dado. Pero, también consciente que hay algunos que viven situaciones difíciles y que hay que acompañar.

Así pues, contemplando la actitud del Señor Jesucristo, les invito a pedir la luz del Espíritu Santo, para tener una mayor comprensión y entendimiento en las distintas cuestiones que tenemos que enfrentar. Cada uno desde el lugar que tiene y desde la tarea encomendada, pero trabajando juntos por llevar adelante el destino de nuestra nación. Los invito a asumir con valentía todos los desafíos que se nos presenten y tener esa actitud reverente de Jesús que, frente al dolor y sufrimiento, solidariza y se detiene y nos invita condolernos.

Chile, ¡levántate!

Ahora bien, hasta aquí podríamos pensar que todo va bien, que si nos detenemos y escuchamos ya la tarea esta casi concluida. En cierto modo eso es verdad, pero hay un paso más, después de solidarizar hay que buscar nuevas formas para salir adelante.

En la escena evangélica se dice que Jesús se acerco al ataúd y le dijo al Joven, “¡Levántate!”, y éste se levantó y Jesús lo devuelve a su madre. Es conmovedor el relato, pues, después del dolor, Jesús hace renacer la alegría en el corazón.

¡Levántate! Es una expresión en el evangelio que no indica solamente ponerse de pie, sino sobre todo es un verbo asociado a la Resurrección, a la vida nueva, a nuevas esperanzas, a retomar el camino de la vida de un modo nuevo.

Constatando todo lo anterior, creo que para nosotros como país, como Iglesia, como ciudad, Jesús hoy nos invita a levantarnos. A no quedarnos sólo, en la constatación amarga del dolor o de la tarea que no hemos podido realizar. Sino más bien a disponernos y ponernos de pie.

Es imperativo el Señor Jesús, pues dice “¡Levántate!”, y la pregunta que puede surgir es: Señor, ¿dónde hemos de levantarnos? Y podríamos escuchar:

  1. ¡Levántate! para seguir buscando caminos que sigan promoviendo la dignidad de la persona humana, que nadie se sienta excluido por su condición social, raza, lengua, pensamiento político y otras formas de exclusión que a veces están presentes no solo en nuestras acciones sino también en nuestro lenguaje. Es decir, seguir trabajando por la Inclusión y todos los desafíos que conlleva, sabiendo que las diferencias son válidas pues cada uno es único, pero trabajando por la unidad, lo cual no significa uniformidad.
  1. ¡Levántate! para detenerte a escuchar a los otros, buscando sanar el escándalo y restituir la justicia de aquellos que son víctimas de abusos especialmente al interior de la Iglesia, en este aspecto seguimos trabajando en protocolos que fomenten espacios y comunidades seguras, y colaborando con la justicia para reparar el daño cometido. Además, reiteramos nuestro compromiso de seguir trabajando para erradicar toda forma de abuso al interior de la comunidad eclesial. Y también les invito como autoridades e instituciones a trabajar por esto, ya que el abuso no es solo un problema que nos atañe como iglesia, sino también como sociedad.
  1. ¡Levántate! para defender la vida en todas sus etapas y todas sus dimensiones. Pues la vida es un valor intrínseco, y todo ser humano merece respeto y dignidad. Cuidemos especialmente a los desvalidos, a los que no pueden defenderse, valoremos la vida que se nos ofrece. Tengamos especial preocupación por los que están gestándose en los vientres maternos para que puedan nacer y ser acogidos, y por ancianos que tengan una vida digna hasta el último día de su existencia.
  1. ¡Levántate CHILE! para que no pierdas tu alma que te identifica, donde tantos hombres valientes derramaron incluso su sangre para verte libre. Donde hubo hombres y mujeres que esperaban dejar un legado, para que las generaciones venideras tuviesen más oportunidades. ¡Levántate CHILE! pues fuiste forjado en los valores de la fe y la esperanza, y estás llamado a no olvidarte de tu alma. ¡Levántate CHILE! y ten confianza, pues solo mirándonos como hermanos construiremos una nación próspera y fraterna. Que dejemos atrás nuestros rencores y desavenencias, y trabajemos con gran dedicación, así legaremos a las generaciones futuras un país donde en cada hogar haya pan, respeto y alegría como dice la oración por Chile y construyamos una gran nación de hermanos.

Con estos sentimientos los invito a seguir orando en este día y demos gracias por la tierra en la que nacimos, que nos cobija y nos impulsa a mirar con esperanza el futuro. Así sea.

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